Efecto Franklin + 3 chimeneas + Red Bull 💡
La afinidad no siempre se gana cayendo bien. A veces se gana pidiendo ayuda.
El cliente difícil… y el libro de Franklin
Hay clientes que, desde el primer minuto, te miran con recelo.
Tienen la ceja levantada, el “sí, pero…” en la punta de la lengua y un máster en desconfiar de las agencias.
Todo lo que propones es “demasiado”, “muy arriesgado” o “lo de siempre”.
Y tú piensas: “¿Por qué me tocó a mí?”
Pero te quedas. Porque sabes que si lo desbloqueas… el vínculo será brutal.
Benjamin Franklin, uno de los padres fundadores de EE.UU., vivió algo parecido.
Tenía un rival político abiertamente hostil. Nada de química. Ni educación. Ni tregua.
Pero Franklin no contraatacó.
Tampoco intentó caerle bien.
Le pidió prestado un libro raro de su biblioteca.
Sí, un simple favor.
Nada de flores ni discursos.
El rival aceptó. Le prestó el libro.
Y desde ese momento, empezó a tratarle con más respeto, más cercanía… incluso con cierta admiración.
Años después, Franklin escribiría en su autobiografía:
“Cuando se lo devolví, me agradeció cordialmente. A partir de entonces, me demostró más interés y buena voluntad que nunca.”
¿Qué pasó ahí?
Franklin había activado sin saberlo lo que hoy llamamos el Efecto Franklin.
Un fenómeno psicológico basado en la disonancia cognitiva invertida:
“Si ayudé a esta persona, y no me gusta… algo no encaja. Quizá no es tan terrible. Quizá la juzgué mal.”
Y el cerebro, que odia las incoherencias, resuelve esa tensión emocional… ajustando la percepción.
De repente, quien ayer te caía mal, hoy es una persona “razonable”.
Esto no va de manipulación.
Va de entender cómo se construyen las relaciones.
A veces no es cuestión de encajar desde el minuto uno.
A veces basta con activar una pequeña colaboración, un gesto simbólico que cambie la dinámica.
Pide antes de intentar convencer.
Invita antes de impresionar.
Y verás cómo algunos de tus mayores escépticos… se convierten en tus mejores aliados.
Moraleja para tu evento disruptivo
No todos los públicos llegan convencidos. Ni todos los asistentes te reciben con aplausos.
En muchos eventos (sobre todo internos o corporativos), hay gente que llega con escepticismo:
"No sé qué hago aquí", "Esto es una pérdida de tiempo", "¿Van a cambiar algo, o es puro postureo?"
Ahí es donde aplicar el Efecto Franklin puede marcar la diferencia.
Involucra a esas personas en pequeñas decisiones. Dales voz. Haz que participen antes de pedirles emoción.
Porque cuando alguien ya ha puesto algo suyo en el evento, lo defenderá con más ganas.
En eventos, como en relaciones: la afinidad no se regala. Se construye.
De caos a magia: las horas antes del evento
Flycases abiertos. Cables cruzados. Ropa por el suelo. Sacos, mesas, focos, ruido.
Todo parece un caos. Pero no lo es.
Es el instante antes de la tormenta.
El punto exacto donde el desorden tiene sentido.
Porque en unas horas, ese mismo espacio será otra cosa.
Luz, ritmo, energía.
Magia.
Así empieza todo: entre polvo, prisas y café frío.
Y así nacen los eventos que luego todos recuerdan.
Espacios con carácter: Las 3 Xemeneies
Industrial. Brutalista. Potente.
El espacio de las 3 Xemeneies no es bonito. Es brutalmente auténtico.
Y ahí está su poder.
Porque no todo evento necesita un jardín de ensueño ni una masía bucólica. Algunos necesitan muros, metal, cemento y actitud.
Perfecto para eventos rompedores, marcas valientes, presentaciones que buscan decir: “Estamos aquí para cambiar las reglas”.
Un espacio que no busca agradar, busca dejar huella.








Red Bull nos da más que alas
Un lugar imposible para una marca que nunca ha creído en los límites.
Este proyecto para Red Bull en la obra de Xavier Corberó es una fusión entre arte brutalista y energía sin censura. Una experiencia inmersiva, efímera y provocadora donde cada arco, sombra y vacío arquitectónico será parte del storytelling.
No estamos diseñando un evento. Estamos interviniendo una obra de arte para amplificar una actitud de marca.
Y en este universo escultórico, Red Bull no solo da alas… te mete dentro del vuelo.





“No hay mejor manera de ganarte a alguien que pedirle un pequeño favor.”
Benjamin Franklin











